Cómo funciona realmente la migración y siete mitos sobre la inmigración haitiana en RD 

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Cómo funciona realmente la migración y siete mitos sobre la inmigración haitiana en RD 

Por Julio César Mejía Santana

Es de casi unanimidad entre los dominicanos -incluidos académicos, intelectuales, investigadores, comunicadores y otros profesionales- que la mano de obra haitiana produce en el país un desplazamiento de trabajadores nativos no calificados y mantiene estancados los salarios de esos trabajadores, presionándolos a la baja.

Mito 3: Los inmigrantes haitianos desplazan mano de obra nacional y deprimen los salarios

De todos los impactos negativos que se le atribuye a la inmigración haitiana, el que más atención y preocupación concita y que es de la más larga data es el relativo al mercado laboral, muy en particular, el efecto que tiene en la empleabilidad y los salarios de los trabajadores nacionales.

Es de casi unanimidad entre los dominicanos -incluidos académicos, intelectuales, investigadores, comunicadores y otros profesionales- que la mano de obra haitiana produce en el país un desplazamiento de trabajadores nativos no calificados y mantiene estancados los salarios de esos trabajadores, presionándolos a la baja. En una versión más simplista y con matices de tremendismo -promovida por los más radicales y proactivos antiinmigrantes-, se afirma que la utilización de mano de obra haitiana constituye una seria amenaza, pues estaría “desnacionalizando” y “destruyendo” al mercado de trabajo dominicano.

Esta idea, que se asume como axioma y no como hipótesis a comprobar, no es de años recientes. En el caso del efecto en los salarios nacionales, la tesis de la “depresión salarial” fue inicialmente adoptada por economistas e investigadores de las ciencias sociales desde los años de 1970 del siglo pasado, como una reedición -supuestamente apoyada en evidencias- de la idea decimonónica de las élites económicas y sociales criollas de fines del siglo XIX y principios del XX que le atribuían a los técnicos y braceros inmigrantes cocolos de la industria azucarera que precedieron a los braceros haitianos el desplazamiento de los campesinos dominicanos de las labores agrícolas en la siembra y corte de la caña y el hundimiento de los salarios, cuando en realidad éstos fueron traídos al país por los dueños de los ingenios azucareros -luego de muchos cabildeos, ruegos y escarceos para que el Gobierno le permitiese entrar al país por decreto a gente de “raza no caucásica”, pues desde la primera Constitución dominicana se prohibía- por el abandono del campesinado, que prefirió retornar al trabajo exclusivo de autoconsumo en sus minifundios, ante el súbito descalabro en los salarios que produjo la crisis azucarera en los años 80 del siglo XIX como resultado de una nueva sobreproducción de azúcar de remolacha en Europa y EEUU.

Infortunadamente, en la actualidad la mayoría de los dominicanos -incluidos muchos de los políticos, profesionales, comunicadores sociales, “creadores” de contenidos y divulgadores (influencers) en redes sociales que reproducen este razonamiento- o deliberadamente ignoran o realmente desconocen las informaciones e investigaciones sobre la temática realizadas desde los años 70 del siglo pasado, sobre todo en las últimas dos décadas de este siglo, por economistas, sociológicos, demógrafos, antropólogos, historiadores y otros cientistas sociales. Por tanto, no saben que en general los resultados de esos estudios, basados en datos recopilados en encuestas de hogar representativas, y en menor medida en los censos nacionales población, no confirman el axioma o creencia ya casi de sentido común del desplazamiento y la depresión salarial.

Para un abordaje científico del tema y poder arribar a tales conclusiones tres condiciones son de rigor: primero examinar las características, condiciones y desempeño o funcionamiento del mercado laboral dominicano; segundo, cuantificar las magnitudes y caracterizar sociodemográfica y económicamente la participación de los inmigrantes en el mismo; y tercero realizar una especie de meta análisis con las investigaciones realizadas en los últimos años. Es lo que pretendo hacer y que expondré a continuación de la manera más breve posible.

Con respecto a lo primero, los estudios sobre el mercado de trabajo dominicano han encontrado que el mismo funciona con enormes fallas (carencias y deficiencias) que reducen y hacen más inequitativas las oportunidades de acceso a empleos formales y la capacitación para la adquisición de habilidades tanto a dominicanos como a inmigrantes, acusando un agudo desajuste entre oferta y demanda de fuerza laboral, falta de correspondencia entre la oferta y la demanda educativa y el mercado laboral, y asintonía entre el nivel educativo y las habilidades o competencias requeridas por el mercado.

Estas fallas se potencian en un contexto de alta informalidad laboral y bajos niveles de educación y capacitación de la fuerza laboral, y se traducen en una alta subutilización de la misma (alto desempleo y subempleo), alta incidencia de empleos precarios (informalidad o autoempleo de subsistencia), inestabilidad y alta rotación del empleo, baja productividad y bajas remuneraciones salariales y no salariales, baja cobertura y calidad de la protección social, bajo cumplimiento de las normas laborales y enormes brechas de capital humano, de productividad, de empleabilidad e ingresos laborales.

Por otro lado, las carencias y deficiencias de las políticas públicas productivas que mejoren la productividad del trabajo y reduzcan las brechas de productividad, así como de políticas sociales distributivas y laborales que puedan reducir la inequidad en la remuneración al trabajo frente a las ganancias del capital y en la protección social, no han permitido una mayor inclusión social del crecimiento económico dominicano, persistiendo la débil sintonía entre éste y el bienestar de los trabajadores y de la mayoría de la población dominicana e inmigrante.

En relación con el empleo, el consenso entre economistas y expertos del desarrollo es que el actual modelo de crecimiento económico no genera suficientes empleos formales y de calidad, y, por tanto, persiste en la economía y en el mercado laboral una alta informalidad, lo que impide generar un círculo virtuoso entre el crecimiento y el bienestar de los trabajadores que permita una mayor inclusión social. El alto y sostenido crecimiento económico de República Dominicana logrado en poco más de medio siglo no ha bastado por sí mismo para producir los suficientes empleos productivos, en el contexto de una creciente oferta de empleos -por el bono demográfico- que permitan reducir significativamente el desempleo, el subempleo, la informalidad laboral y el empleo de pobreza, y mejorar los ingresos reales por el trabajo, pese al significativo incremento de la productividad media desde mediados de las últimas décadas.

¿Cuáles son, a groso modo, los rasgos y resultados fundamentales que tipifican como deficiente, aunque moderno e internacionalizado, el funcionamiento actual del mercado laboral dominicano?

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