Enfoque
¿Proteccionismo estadounidense: Amenaza u oportunidad para RD?
Andrés Vander Horst
Estados Unidos ha cambiado las reglas del juego comercial. La era de la globalización sin restricciones quedó atrás, y en su lugar emerge un proteccionismo agresivo que busca fortalecer la producción interna y reducir la dependencia de mercados externos. No es un ajuste pasajero, sino una transformación estructural con efectos de largo plazo. ¿Dónde queda República Dominicana en este nuevo orden?
La respuesta dependerá de nuestra capacidad de adaptación. Como siempre, hay dos caras de la moneda: amenazas y oportunidades. Uno de los efectos más visibles de este giro es el auge del nearshoring, con empresas que reubican su producción cerca de sus principales mercados para reducir costos logísticos y mitigar riesgos geopolíticos. Esto abre una oportunidad dorada para RD. Nuestra cercanía con EE.UU. y el acceso preferencial al mercado estadounidense vía DR-CAFTA nos posicionan bien. Pero la ubicación no lo es todo. Si queremos convertirnos en destino de inversión, debemos garantizar estabilidad energética, mejorar infraestructura logística y reducir la burocracia. Sin estas condiciones, el capital extranjero mirará hacia otro lado.
El proteccionismo estadounidense no solo cambia dónde se produce, sino también de dónde provienen los insumos. Y aquí RD enfrenta un problema serio: muchas industrias dependen de China para la importación de materias primas y bienes intermedios. A medida que la tensión entre Washington y Pekín escala, aumentan las restricciones comerciales y con ellas los costos. Si las importaciones chinas se encarecen o se restringen, sectores clave de nuestra economía podrían verse afectados. ¿Solución? Diversificar fuentes de insumos y fortalecer la producción local para no quedar a merced de la geopolítica.
El turismo es otro sector que debe ajustar velas. EE.UU. sigue siendo nuestro principal emisor de visitantes, y cualquier desaceleración en su economía puede reducir el flujo de turistas. Aquí la estrategia debe ser doble: diversificar mercados emisores y elevar el valor agregado de la oferta. No basta con atraer más turistas; hay que aumentar el gasto por visitante con experiencias diferenciadas, lujo y exclusividad.
Las remesas son una columna vertebral de nuestra economía. Pero, ¿qué pasa si sectores como la construcción y los servicios en EE.UU., donde trabaja gran parte de nuestra diáspora, sufren una contracción? El flujo de remesas puede disminuir, afectando directamente el consumo interno. Debemos transformar estos recursos en inversión productiva. Incentivar el ahorro y canalizar parte de estos fondos hacia emprendimientos fortalecería la economía y reduciría la dependencia de factores externos.
La Alianza para el Desarrollo en Democracia (ADD), conformada por RD, Costa Rica y Panamá, puede ser una herramienta clave para atraer inversión extranjera. Pero pertenecer a un bloque no es suficiente. Si queremos sacar ventaja, hay que utilizarlo activamente para proyectarnos como un destino confiable dentro de la reconfiguración de las cadenas globales. La competencia por el capital es feroz. Solo los países que ofrezcan mejores condiciones lograrán captar inversión en busca de estabilidad y eficiencia operativa.
Estados Unidos ya ha definido su nueva estrategia. La pregunta es si RD sabrá posicionarse estratégicamente en este entorno cambiante. No podemos darnos el lujo de esperar a que las oportunidades caigan del cielo. Hay que salir a buscarlas. La ventaja competitiva no es una cuestión de azar, sino de acción. En un mundo que se reorganiza aceleradamente, no gana el que reacciona, sino el que se anticipa.